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Sylvia Vasquez

¿Qué le enseñamos a nuestros hijos y estudiantes?

A los que somos padres, profesores o habitantes del planeta tierra nos interesa saber que por estos días del año 2011 ya somos 7 mil millones de habitantes.  Al respecto el Secretario General de las Naciones Unidas Ban Ki –moon afirma: “Solo sabemos una cosa con certeza, la persona 7.000 millones llegará a un mundo inmerso en un cambio vasto e impredecible en el terreno ambiental, económico, geopolítico, tecnológico y demográfico”. Como en una película de terror, en ese momento de mayor suspenso y tensión, me vi a mí misma siendo mamá y profesora, mamá y profesora, mamá….. Hoy pensamos en educar, la pregunta es ¿Educar para qué? ¿Para vivir en el planeta o para sobrevivir en él? Cuando yo nací en 1974 pude haber sido el ser humano número 4 mil millones, hoy 37 años más tarde ya somos 7.000 millones en el mismo planeta, es decir, que si las cosas siguen de esta forma, cuando mis hijos tengan 40 años con suerte seremos 10.000 millones en nuestro hermoso mundo. ¿Qué le enseñamos entonces a nuestros hijos y estudiantes? ¿A sumar, a multiplicar o tal vez sea mejor centrarnos en la sustracción y la división? La verdad es que esto también les pasó a nuestros papás, que crecieron sin contaminación, con universidades de calidad y gratuitas, que permanecieron en el mismo trabajo toda la vida y luego se pensionaron con relativa tranquilidad. El mundo gira: rotación – traslación, tiempo – espacio, movimiento – cambio y ahí estamos nosotros, admirando a nuestros papás y soñando a nuestros hijos, como lo hizo antes nuestra ascendencia, generación tras generación. Durante la segunda guerra mundial en una época difícil, de grandes cambios y supervivencia, una mujer llamada María Montessori se planteó el mismo cuestionamiento, estando en la India e imposibilitada de volver a su país por haber enfrentado a Benito Mussolini, quien quería que la educación Montessori se uniera a su régimen, la doctora, la antropóloga, la profesora María Montessori desarrolló lo que se denomina Educación Cósmica, en un instante de miedo e incertidumbre, en el que era fácil olvidar la esperanza, ella vio el cosmos como la armonía universal, el todo que fluye hacia un propósito y un objetivo, el propósito de la vida. Desde el principio, tal vez antes de la primera explosión que dio lugar a la primera galaxia, el universo compuso una sinfonía que desencadenó una cosa tras otra, una consecuencia de la anterior, un universo que surge de su predecesor, eso es el cosmos: los planetas en movimiento, la vida surgiendo, nosotros en evolución, la armonía en su máxima expresión. En ese devenir de acontecimientos, la vida en nuestro planeta ha evolucionado y en este momento quienes lo habitamos somos nosotros, como nos observamos cada mañana al espejo, como nos sentimos con nuestras alegrías, angustias y sueños. Como diría el físico Brian Swimme “El material de tu cuerpo y el del mío están íntimamente relacionados porque surgieron y participan de un solo evento energético.  Nuestra ascendencia se remonta a través de las formas de vida y se adentra a las estrellas, volviendo a los inicios de la bola de fuego original”; de esta forma, la educación de nuestros hijos y nuestros estudiantes tiene un propósito que va más allá de las competencias o como diría María Montessori “todo está al servicio del gran propósito de la vida”, educar es despertar en el niño la pasión por el aprendizaje, “fomentar un ardiente entusiasmo por la organización de la vida”… “debemos interesarlo con nociones filosóficas mucho más elevadas, expresadas de manera adecuada a la psicología del niño”, esto significa enseñar con el ejemplo, debemos intentar ser esas personas que queremos que ellos sean, observarlos y aprender, oírlos y entender, comprenderlos y admirarnos. Hay cosas fundamentales que debemos llevar en nuestras reservas para cuando vengan los momentos difíciles de la vida y somos las mamás y los papás de los niños, sus profesores, la familia que los acompaña y protege, quienes debemos vivirlas y experimentarlas con ellos para que puedan aprenderlas.  Para María Montessori estos ejes fundamentales son: Paz, conservación, valores, esperanza, gratitud y apertura Llevar al día a día estos conceptos será para algunos sencillo y para otros complejo, lo cierto es que no podemos transmitirle a nuestros hijos lo que no llevamos dentro, sólo podemos entregar la paz a nuestros hijos si en los momentos tensos de cada día permanecemos tranquilos; podemos conservar y entregar un planeta habitable a nuestros nietos si comprendemos que los basureros son sólo un lugar que está fuera de nuestra casa pero que siguen existiendo y se llenan a cada momento con aquello que consideramos desechable; podemos demostrarles a nuestros hijos que la vida es más que tener y competir si vivimos con ellos nuestros valores, debemos transmitir la esencia del cosmos ante el hecho permanente de la metamorfosis, que es el triunfo constante de la vida, es decir la esperanza, así como el reconocimiento de aquellas cosas que disfrutamos por simples que éstas sean mostrando a nuestros hijos qué es la gratitud y ante la incertidumbre del futuro; frente a los 7.000 millones de habitantes del planeta tenemos que ser capaces de tener la apertura suficiente para comprender día a día los cambios ambientales, económicos, geopolíticos, tecnológicos y demográficos y, haciendo acopio de estos seis ejes de vida, hacer de nuestro entorno un lugar cada vez mejor. A fin de cuentas ¿Qué le enseñamos a nuestros hijos y estudiantes?, creo que un concepto clave es el de apertura, es decir estar dispuestos a oírlos y responder con nuestra vida a sus necesidades, Alejandro Filio dice en una canción, “no hay nada como el oído que sabe escuchar, pero no hay sentido como el corazón”. Debemos “sentir” con el corazón a nuestros hijos y estudiantes y debemos hacer lo posible por entregarles lo mejor de nosotros, para eso debemos oírnos e intentar ser mejores cada día.

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